La sabiduría de los líquenes 1 Se oye la llave accionando la cerradura, saluda sin mucho empeño lanzando un hola al aire, tira el abrigo en el respaldo del sillón y se derrumba en él. Ella le mira preocupada. ‒‒¿Qué te pasa? —Estoy fatal, hoy definitivamente se ha roto todo. —¿Qué ha pasado? —El grupo se ha ido a la mierda. —¿Y eso? —Ya llevábamos tiempo mal y hoy ha explotado. Esto es como una relación de pareja, pero con cinco personas, cada una con su enorme ego. —Llevo tiempo notándote raro, apagado. —Claro porque me lo estaba viendo venir y llevo tiempo que no estoy bien, voy a arrastras, sin energías. —Ya, ya. ¿Y si nos vamos al pueblo? —¿Al pueblo? ¿A qué? —Ya sabes que llevo tiempo queriendo ir, además nos servirá para desconectar, mejor dicho para reconectar. —El pueblo, qué aburrimiento. —Descuida que estaremos entretenidos, tengo un plan. 2 Se levanta temprano, ha dormido como el culo, maldito colchón y no sabe qué hacer en esa casa. Ni siquiera entiende la cafetera. E...
La penúltima consigna del Club . Llegaste un buen día, hace tantos años ya que no puedo recordar la fecha. Lo que iba a ser provisional, como tantas veces pasa, se convirtió en definitivo. Eras tan joven y bonito, poco más que un cachorro. Con ese pelo blanco tan abundante, tan suave. Tu blancura se iba tiñendo del color de la tierra de los caminos y arroyos del pueblo. Se te enredó tanto el pelo que parecías un rasta, un rastafari blanquito. Recuerdo que una señora del pueblo me regañaba: qué como te llevaba así, sin cepillar. Por aquella época ni siquiera yo me peinaba demasiado, todavía confiábamos en el viento. Fuimos aprendiendo a manejar tu pelaje. Ya sabes, tuvimos que ponerlo en manos de una profesional estupenda que ya se jubiló, por cierto. Todos los meses te dejaba como un pincel, tan guapo. Un día llegó el otro, tú le mirabas con cierto recelo, hasta que un día le dijiste: ¿pero tú no venías a pasar unos días? Pero Caspi también se quedó. El pobre tenía un ...