El pasado mes de octubre ha sido, para mi, una etapa muy fructífera en cuanto a lo de escribir. Días de recoger lo sembrado como en una vendimia tardía. También, no lo voy a negar, ha habido alguna desilusión, pero el cómputo global ha sido más que positivo y todavía quedan algunas cositas por concretar. Por poner solo un par de ejemplos, La sabiduría de los líquenes ha sido publicado en el número de octubre de la revista chilena Entre paréntesis y El licántropo ha hecho lo propio en Huellas de tinta . También gané unos libritos muy chulos de la Editorial Almadía en una dinámica veraniega con otro microrrelato y ya digo que hay bastantes cosas pendientes.
Fran, un amigo, compañero y referente. Ya lo decía mi madre , procrastina que algo queda y yo soy muy obediente. Me gusta acostarme pronto y madrugar . Amanecer antes de que salga el sol, escuchar el canto del gallo con el café calentito y ponerme a escribir . A veces en un cuaderno, otras en el teclado enano de este Mac que aun me impone, con este monitor extraplano tan desorbitado, tan enorme. Me parece que lo mío es chiquito , más de pantalla de celular. En lugar de aprovechar el poco tiempo que tengo y que le robo a la almohada para avanzar con el taller y sus consignas, suelo enredarme escribiendo cosas random en redes sociales, en el Club de MNE o en cuadernos para mi. Incluso en el mismo móvil, de forma bien extraña me resulta cómodo escribir en el smartphone. Si se fijan muchas de las cosas que mencione en los párrafos anteriores vienen del otro lado del Atlántico , de Argentina básicamente. Nunca di el salto, al menos en el mundo tangible, constatable, en lo que...