Cuánto tiempo sin pasar por aquí, sin bloguear. Curioso lo del tiempo que a veces es como el viento y otras se enreda en los engranajes de los relojes y camina a paso de tortuga. Echaba de menos el escribir sin pretensiones, lo que vaya saliendo, sin tanto corregir, porque cuando tienes intención de publicar lo que escribes, mejor dicho, que alguien te haga caso, lease una editorial, un concurso o una revista literaria, la cosa se complica y hay que temner mucha paciencia. El tiempo, volvemos a lo mismo se vuelve una masa viscosa como en aquellos relojes de Dalí, de La persistencia de la memoria . Más que de memoria, de la que no voy muy sobrado, lo que yo vengo a constatar es la paciencia , la que hay que tener cuando eres un don nadie y quieres gritarle al mundo que escribes y que no lo haces demasiado mal, modestia aparte. Acaba uno mirando el correo varias veces al día y nada, no hay más que promociones y demás mierdas. Los plazos de los cuncursos son interminables, las respuesta
Tinta de colores para divagar, como el cauce que no sigue la línea recta, el caudal que fluye por meandros adaptándose al relieve, al territorio. Como el recodo al camino, cuando resulta infinitamente más sencillo discurrir que narrar. Será cuestión de seguir aprendiendo, de elegir unos caminos y descartar otros, de atravesar regatos de un salto evitando el cieno.
La pobre Virginia, donde quiera que este, podrá esperar mis torpes conclusiones.
(Si no has podido leer bien en la imagen, házmelo saber, porfa😀)
Sí, otra vez un blog
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