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Una de podcasts chulos

Llevaba unos días sin dejarme caer por aquí, pero hoy que está el día esta frío y ventoso, me apetecía hablaros de un par, en el sentido más amplio de la palabra, de podcasts que me encantan. Imagino que algunos ya los conoceréis, pero igual os doy una idea para escuchar algo interesante mientras plancháis, recogéis los platos o os dais un paseíto. El primero es Participantes para un delirio de Coco Dávez , pintora y excelente comunicadora, vamos una joyita de persona. El rollo es un poco parecido a El sentido de la birra , de Ricardo Moya que seguro que tod@s conoceréis. De este no os voy a hablar demasiado pero si hay alguién que aún no lo conoce ya está corriendo:-) De este estilo me encanta, también, el de Roberto Mtz . Luego, ya más modestos, pero igualmente interesantes estarían,  Inculturetas del gran Adrián , los Amigos treintones de Gustavo Lara y su carnal Gil , Viviendo y creando nuevos horizontes y Entre libros, mate y café  en los que he tenido el honor y la suerte

La calma y la velocidad

El Monstruo de Colores. Anna Llenas.

Siempre digo lo mismo la velocidad no es lo mío, al menos la rapidez, lo mío más bien es la lentitud. La calma que en El Monstruo de Colores se pinta de verde, la paz, el sosiego, la tranquilidad. Las comas y los puntos aparte o suspensivos, la lentocidad como decimos por aquí... Algún día escribiré algo usando esas palabras malditas que se inventa Zoe o nos inventamos entre todas los mamíferos, pero esta es otra historia que será contada en su debido momento. 
A lo que iba es que estoy encantado con la eficacia de este ordenador después de pelear una y mil veces con mi portátil y sus bloqueos, que riete tú del famoso bloqueo del escritorhe decidido, después de pedir el oportuno permiso a su propietaria, utilizar el flamante ordenador de mesa que antes me intimidaba como todo lo nuevo, con su pantalla gigante y su teclado tan pequeño. 
Y es que es otro mundo, otro universo. Solo queda familiarizarse con las peculiaridades de su sistema operativo, aunque mi smartphone es un iPhone siempre he utilizado el maldito Windows y sin demasiada pericia.

Siempre, valga la buscada redundancia, he pensado que corremos demasiado y que a veces no sabemos donde vamos o vamos como pollos sin cabeza. Por correr tanto y querer hacer tantas cosas, muchas veces no las hacemos del todo bien, con oficio, con cariño y quedan tantos flecos. En el mundo laboral esto es palpable, en los trabajos que ya pocas veces son auténticos oficios, prima, con cierta lógica, la productividad, la multitarea, aunque no haya tiempo para ultimar detalles o entender bien los procesos y mucho menos levantar la mirada y ver las cosas con perspectiva. Es lo que hay, tiempos modernos y no los vamos a cambiar ni tú, ni yo. Cada uno en su pequeña parcela se apaña como puede, yo prefiero la vida campestre y ser un eterno aprendiz de uno de los oficios más viejos y bonitos del mundo mientras me gano la vida como mejor puedo.

Pero una cosa es disfrutar del momento, del presente y pararse. Pararse a escuchar el trino de los pájaros o vivir en Valdetorres y observar el amarillo de la flor de los campos de colza en abril y otra luchar contra los elementos, contra la inoperancia, la invalidez desesperante de mi puto fucking laptop.

Y me abrazo a esta potente tecnología, la de la manzana mordida, y con su fulgor y brillantez - parafraseando la Carta al Rey Melchor - "soy capaz de mandar a la mierda mis firmes principios moderados, cambio de camisa y rindo pleitesía a la velocidad. Qué viva el amor, que me convirtió en su esbirro, majestad." 

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