Ir al contenido principal

La tiranía de la felicidad obligatoria: ¿Por qué nos cuesta tanto admitir que estamos mal?

Has dormido fatal, te plantas las gafas de sol y sales a la calle como un zombi, sin pensarlo demasiado. Hay que trabajar. Te saludan, “hola, ¿qué tal estas?” “Bien” respondes y sigues con lo tuyo. ¿Por qué no decir la verdad? Porque no decir que has pasado una noche de mierda, que te duele todo el cuerpo y que no sabes como vas a terminar el día. Nos cuesta tanto ser sinceros, mostrar nuestras debilidades, sufrimos una especie de imposición social a través de la cual, parece que siempre hay que estar bien y que no se nos permite estar mal. Siempre tenemos que estar alegres y sonrientes o al menos aparentarlo, en las redes sociales todo esto se amplifica, salvo honrosas excepciones, Instagram es un catálogo de felicidad vacía, de falso éxito, de pavos reales desplegando todos sus encantos. Se me ocurre que en estos tiempos en lo que todo se compra y se vende, más que comunicarnos, muchas veces, nos vendemos.  Dicen que los amigos son aquellos que te preguntan “¿qué tal estás?” y es...

El viento

Había una vez una nube negra que nunca se precipitaba, permanecía siempre ahí, impertérrita, impregnándolo todo con su ponzoñosa humedad. 


Había un viento, desordenado y violento, que era el único fenómeno atmosférico capaz de desplazar nubes negras. Era un viento del norte, racheado, muy molesto… Iba a decir, “frío”, pero no, frío no era. Era certero como una tilde bien puesta, no conseguía desbaratar la nube, ni siquiera tornarla blanca, pero la empujaba lejos, muy lejos. Donde no pudiese molestar a nadie y el sol brillaba. Podía resultar incomodo pero el entusiasmo que brotaba cuando la nube por fin desaparecía hacia que las molestias careciesen de importancia. Malos pelos al viento y a volar. 


Había un pueblo secuestrado por lo que parecía un extraño maleficio, sin viento la nube negra no hacía más que engordar. No caía ni una gota desde hace meses, se acumulaba el polvo y una triste primavera trataba de abrirse paso. 


Había una vez un joven panadero que amasaba sin parar, no podía hacer otra cosa, así se le antojaba un poco más llevadera la espera. Colones, chapatas y hogazas se acumulaban y se endurecían inservibles por todas partes, demasiado pan para un pueblo tan pequeño. 


Hasta que un día las ramas como tentáculos interminables del sauce se sacudieron, primero levemente. Los siete habitantes que aún quedaban en la aldea se juntaron en la plaza de repente, mudos de asombro, cuando ya flaqueaba la esperanza y algunos planeaban hacer las maletas. Por fin llegó el ansiado viento del norte y lo sacudió todo hasta la conciencia de alguno. Limpio todos los callejones, se llevó algún sombrero y lo más importante, consiguió llevarse la pesada nube bien lejos. 


Y volvieron, tímidas las risas y las palabras empezaron a volar, libres. El panadero dejó de hacer pan compulsivamente y el monte se lleno del pringoso aroma de la jara. 


Marcelo, el más veterano del lugar, siempre tan pesimista dijo: “disfrutad, que un día volverá” y los demás a coro replicaron “puede ser, pero los demás días no.”

Comentarios

Entradas populares de este blog

El rayo verde

Luis va a su bola. Con una carrera envidiable sigue sacando sus discos por c rowdfunding , h a llenado varias veces sitios míticos, como la sala Galileo , también ha tocado mil veces con su amigo Marwan , en una de sus canciones hace un dueto con el fallecido Aute , que en la gloria este. Escribe poemarios , tiene una legión de fieles seguidores... Y pese a todo esto, es un tipo sencillo , "normal" (si es que esta palabra tiene algún sentido), con los dos pies bien arraigados al suelo. Ahora esta con El rayo verde , una colección de canciones maravillosas, a mi la que más me gusta es Halloween , pero para gustos los colores.Os pongo el video de Maison du monde , otro temazo. Ya sabéis echarle un oído, o los dos, y a disfrutarlo con salud. Web oficial Spotify Discografía

Pizarnik y la habitación propia

Pizarnik Los diarios de Alejandra Pizarnik son alucinantes, entre otras mil cuestiones nos muestran como una de las mentes más lucidas del siglo XX sufría entre fármacos y diagnosticos imprerfectos. Cristina Peña, una de sus biografas, afirma que:  "Pizarnik tomaba pastillas para todo, para dormir, para despertarse. A partir de cierto momento de su vida, ella es un coctel viviente y, evidentemente, hay un deterioro que se va profundizando." En 1959 la poeta argentina escribio en su diario: " recién termine de leer Un cuarto propio ( Una habitación propia , en la traducción castiza) de Virginia Woolf [...] VW es sencillamente adorable. Pero la siento un poco vieja, como del siglo pasado. Estuve pensando sobre las 500 libras al año y el cuarto propio. Yo tengo un cuarto propio, no tengo dificultades economicas apremiantes, gozo de libertad para ir a donde yo quiera. No obstante, soy el ser menos libre. " Y es que en la sencilla ecuación que planteaba la Woolf, faltab...

Una de podcasts chulos

Llevaba unos días sin dejarme caer por aquí, pero hoy que el día está frío y ventoso, me apetecía hablaros de un par, en el sentido más amplio de la palabra, de podcasts que me encantan. Imagino que algunos ya los conoceréis, pero igual os doy una idea para escuchar algo interesante mientras plancháis, recogéis los platos o os dais un paseíto. El primero es Participantes para un delirio de Coco Dávez , pintora y excelente comunicadora, vamos una joyita de persona. El rollo es un poco parecido a El sentido de la birra , de Ricardo Moya que seguro que tod@s conoceréis. De este no os voy a hablar demasiado pero si hay alguién que aún no lo conoce ya está corriendo:-) De este estilo me encanta, también, el de Roberto Mtz . Luego, ya más modestos, pero igualmente interesantes estarían,  Inculturetas del gran Adrián , los Amigos treintones de Gustavo Lara y su carnal Gil , Viviendo y creando nuevos horizontes y Entre libros, mate y café  en los que he tenido el honor y la sue...