Has dormido fatal, te plantas las gafas de sol y sales a la calle como un zombi, sin pensarlo demasiado. Hay que trabajar. Te saludan, “hola, ¿qué tal estas?” “Bien” respondes y sigues con lo tuyo. ¿Por qué no decir la verdad? Porque no decir que has pasado una noche de mierda, que te duele todo el cuerpo y que no sabes como vas a terminar el día. Nos cuesta tanto ser sinceros, mostrar nuestras debilidades, sufrimos una especie de imposición social a través de la cual, parece que siempre hay que estar bien y que no se nos permite estar mal. Siempre tenemos que estar alegres y sonrientes o al menos aparentarlo, en las redes sociales todo esto se amplifica, salvo honrosas excepciones, Instagram es un catálogo de felicidad vacía, de falso éxito, de pavos reales desplegando todos sus encantos. Se me ocurre que en estos tiempos en lo que todo se compra y se vende, más que comunicarnos, muchas veces, nos vendemos. Dicen que los amigos son aquellos que te preguntan “¿qué tal estás?” y es...
Es tan especial, esta sentada al sol, leyendo con unos pocos folios en la mano, en uno de los bancos del paseo junto al parque infantil , ajena al bullicio. Paso lento a su lado pero no me ve, soy un bicho raro, un gusano. A creep, es tan jodidamente especial.
Lucia corre y espanta palomas chillando como una loca. Ríe con ganas y una viejecita nos mira raro, descubrimos los recovecos del barrio.
Su mano acaricia la piel de mi costado mientras vemos Masha y el Oso. Se me cierran los ojos.
Y sueño, sueño que vemos Masha y el Oso en casa mientras me acaricia.
Es tan especial.
Comentarios
Publicar un comentario