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Mostrando entradas de septiembre, 2022

La tiranía de la felicidad obligatoria: ¿Por qué nos cuesta tanto admitir que estamos mal?

Has dormido fatal, te plantas las gafas de sol y sales a la calle como un zombi, sin pensarlo demasiado. Hay que trabajar. Te saludan, “hola, ¿qué tal estas?” “Bien” respondes y sigues con lo tuyo. ¿Por qué no decir la verdad? Porque no decir que has pasado una noche de mierda, que te duele todo el cuerpo y que no sabes como vas a terminar el día. Nos cuesta tanto ser sinceros, mostrar nuestras debilidades, sufrimos una especie de imposición social a través de la cual, parece que siempre hay que estar bien y que no se nos permite estar mal. Siempre tenemos que estar alegres y sonrientes o al menos aparentarlo, en las redes sociales todo esto se amplifica, salvo honrosas excepciones, Instagram es un catálogo de felicidad vacía, de falso éxito, de pavos reales desplegando todos sus encantos. Se me ocurre que en estos tiempos en lo que todo se compra y se vende, más que comunicarnos, muchas veces, nos vendemos.  Dicen que los amigos son aquellos que te preguntan “¿qué tal estás?” y es...

Beethoven

La penúltima consigna del Club .  Llegaste un buen día, hace tantos años ya que no puedo recordar la fecha. Lo que iba a ser provisional, como tantas veces pasa, se convirtió en definitivo. Eras tan joven y bonito, poco más que un cachorro. Con ese pelo blanco tan abundante, tan suave. Tu blancura se iba tiñendo del color de la tierra de los caminos y arroyos del pueblo. Se te enredó tanto el pelo que parecías un rasta, un rastafari blanquito. Recuerdo que una señora del pueblo me regañaba: qué como te llevaba así, sin cepillar. Por aquella época ni siquiera yo me peinaba demasiado, todavía confiábamos en el viento. Fuimos aprendiendo a manejar tu pelaje. Ya sabes, tuvimos que ponerlo en manos de una profesional estupenda que ya se jubiló, por cierto. Todos los meses te dejaba como un pincel, tan guapo. Un día llegó el otro, tú le mirabas con cierto recelo, hasta que un día le dijiste: ¿pero tú no venías a pasar unos días?  Pero Caspi también se quedó. El pobre tenía un ...