Has dormido fatal, te plantas las gafas de sol y sales a la calle como un zombi, sin pensarlo demasiado. Hay que trabajar. Te saludan, “hola, ¿qué tal estas?” “Bien” respondes y sigues con lo tuyo. ¿Por qué no decir la verdad? Porque no decir que has pasado una noche de mierda, que te duele todo el cuerpo y que no sabes como vas a terminar el día. Nos cuesta tanto ser sinceros, mostrar nuestras debilidades, sufrimos una especie de imposición social a través de la cual, parece que siempre hay que estar bien y que no se nos permite estar mal. Siempre tenemos que estar alegres y sonrientes o al menos aparentarlo, en las redes sociales todo esto se amplifica, salvo honrosas excepciones, Instagram es un catálogo de felicidad vacía, de falso éxito, de pavos reales desplegando todos sus encantos. Se me ocurre que en estos tiempos en lo que todo se compra y se vende, más que comunicarnos, muchas veces, nos vendemos. Dicen que los amigos son aquellos que te preguntan “¿qué tal estás?” y es...
Estoy viendo, en una tarde tonta de domingo cuasi otoñal, vamos ahora mismo, Los renglones torcidos de Dios en Netflix. Un thriller ambientado en un psiquiatrico de los de antes, un manicomio, mucho estereotipo y tópico... El suspense está bien trabajado, pero los pacientes, como que no...
Esta basada en la novela homónima publicada en 1979 por Torcuato Luca de Tena como podemos leer en Wikipedia: Se relata la historia de Alice Gould, una mujer que es internada en un hospital psiquiátrico siguiendo las pistas referentes a un caso de homicidio. Se plantea la duda de si la protagonista es realmente una detective o sufre una enfermedad mental. El prólogo lo hizo el prestigioso psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera (1926-1990).
Ah, en la peli, la protagonista esta cañón, como no podría ser de otra manera ;-)
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