Cuánto tiempo sin pasar por aquí, sin bloguear. Curioso lo del tiempo que a veces es como el viento y otras se enreda en los engranajes de los relojes y camina a paso de tortuga. Echaba de menos el escribir sin pretensiones, lo que vaya saliendo, sin tanto corregir, porque cuando tienes intención de publicar lo que escribes, mejor dicho, que alguien te haga caso, lease una editorial, un concurso o una revista literaria, la cosa se complica y hay que temner mucha paciencia. El tiempo, volvemos a lo mismo se vuelve una masa viscosa como en aquellos relojes de Dalí, de La persistencia de la memoria. Más que de memoria, de la que no voy muy sobrado, lo que yo vengo a constatar es la paciencia, la que hay que tener cuando eres un don nadie y quieres gritarle al mundo que escribes y que no lo haces demasiado mal, modestia aparte.
Acaba uno mirando el correo varias veces al día y nada, no hay más que promociones y demás mierdas. Los plazos de los cuncursos son interminables, las respuestas de las editoriales, salvo la primera respuesta automática de recepción que algunas tienen a bein programar, no quieren llegar. Uno espera y espera y claro dessespera. Mientras sigue escribiendo agrandando su pobre obra y ya de paso, al menos a mi, me da por procrastinar, por hacer otras cosas. No diría yo que el podcast es una procrastinación, pero si una salida más dinámica a las cosas que me bullen en la cabeza y así este proyecto se va ramificando sin hacer mucho ruido
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