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La tiranía de la felicidad obligatoria: ¿Por qué nos cuesta tanto admitir que estamos mal?

Has dormido fatal, te plantas las gafas de sol y sales a la calle como un zombi, sin pensarlo demasiado. Hay que trabajar. Te saludan, “hola, ¿qué tal estas?” “Bien” respondes y sigues con lo tuyo. ¿Por qué no decir la verdad? Porque no decir que has pasado una noche de mierda, que te duele todo el cuerpo y que no sabes como vas a terminar el día. Nos cuesta tanto ser sinceros, mostrar nuestras debilidades, sufrimos una especie de imposición social a través de la cual, parece que siempre hay que estar bien y que no se nos permite estar mal. Siempre tenemos que estar alegres y sonrientes o al menos aparentarlo, en las redes sociales todo esto se amplifica, salvo honrosas excepciones, Instagram es un catálogo de felicidad vacía, de falso éxito, de pavos reales desplegando todos sus encantos. Se me ocurre que en estos tiempos en lo que todo se compra y se vende, más que comunicarnos, muchas veces, nos vendemos.  Dicen que los amigos son aquellos que te preguntan “¿qué tal estás?” y es...

Amig@ invisible

Dicen que tener un amigo es tener un tesoro, pues yo además de contar con un buen puñado de compañeros tengo una amiga invisible estupenda que se llama Lucía y escribe como los ángeles.

En una dinámica que organizó el sello editorial Sueños de papel decidimos hacer un amigo invisible bastante original pues el regalo sería una carta.

Esta es la que le envié yo a Luci.

Hola Lucia,

Te escribo estas letras (como decían antiguamente nuestros abuelos cuando enviaban una carta, una de aquellas que se echaban al buzón en tiempos de posguerra y tardaban varios días en llegar) mientras ando trasteando entre revistas digitales y concursos literarios, buscando lugares en donde publicar mis cuentos, a veces con éxito, a veces no, pero muy contento, la verdad. Esto de escribir, como creo que también te pasa a ti, es mi gran pasión. Cuando la cosa fluye bien y el texto crece sano y robusto es como si se parase el tiempo, me puedo tirar horas como en una especie de éxtasis que es maravilloso, ya sabes de lo que te hablo, seguro que sí.

Me gusta pensar que esto de tener la capacidad de contar historias es un privilegio que algunos tenemos, ya lo hagamos mejor o peor, es una virtud, no sé, algo de lo que debemos sentirnos orgullosos aunque el camino a veces sea complicado y haya muchas piedras que sortear, que te voy a contar, también está el dichoso síndrome del impostor y demás inseguridades.

Me siento muy feliz de haberte conocido, no diré si en persona: en esa magnifica tarde de tardeo por Chueca, Tribunal y desembocadura en Atocha (que mejor sitio para despedirse que una estación de ferrocarril) o a través de las redes sociales, que a veces tendemos a demonizar, a criticar, pero que bien utilizadas pueden ser maravillosas, como por ejemplo esto tan bonito que se ha creado alrededor de un suspiro blanco, unos sueños de papel y dos seres luminosos como Fátima y José. (No te fíes, esto puede ser una trampa, a lo mejor soy Fátima, o incluso Suspiro y solo estoy tratando de liarte)

Te hablaré un poco de mí, que de eso se trata, me considero una persona tranquila, amante de las hormigas y otros insectos, honesto, bastante sincero. Me cuesta mentir, aunque entiendo que a veces un exceso de sinceridad puede ser perjudicial, en plan decirle a una amiga que hace tiempo que no ves. “pues han engordado un poco, ¿no? ” Vamos que hay que medir para no pasarse de sincero, pero es verdad que tiendo a pecar más de eso que de utilizar indirectas y me siento también más cómodo con gente que es así. Por lo que te conozco, que no es demasiado aún, todo se andará, entre madrileños anda el juego, creo que tú eres también una persona muy clara y bastante transparente. Me gusta mucho, a parte de escribir y leer, y todo lo relacionado con esto, hacer senderismo, por eso entre otras cosas, me vine a vivir a un pueblecillo de no más de 5000 habitantes. Y como no todo va a ser bueno, también tengo defectos, como todo el mundo, pero cuesta más hablar de ellos. A ver si lo consigo. Soy bastante tímido, sobre todo al principio y bastante vergonzoso, me cuesta abrirme, pero cuando me siento seguro, no hay quien me frene y entonces me vuelvo muy transparente. Bien mirado esto más que un defecto es una forma de ser, ¿verdad? También a veces me visita la envidia, a veces sana, otras no tanto, también podría hablar de lo que te comentaba más arriba: las inseguridades. Quizás me falta un poco de don de gentes, pero con los años, que tengo ya unos cuantos (otra pista) voy mejorando. Mi hija dice que soy pesado pero muy divertido y ya sabes que los niños siempre dicen la verdad

En fin no me enrollo más, que tengo mucho peligro, me pongo a escribir y no hay quien me pare. Más allá de este bonito juego del amigo invisible, molaría que esto fuese el inicio de una conversación epistolar (vamos que si te apetece nos podemos mandar mails de vez en cuando contándonos nuestras movidas, sin obligaciones, ni plazos ni ná, solo cuando apetezca)

Sin más me despido, te mando mucha fuerza, buenas vibras y un beso muy grande.

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Sueños de papel (sello editorial)

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