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Mostrando entradas de julio, 2023

La tiranía de la felicidad obligatoria: ¿Por qué nos cuesta tanto admitir que estamos mal?

Has dormido fatal, te plantas las gafas de sol y sales a la calle como un zombi, sin pensarlo demasiado. Hay que trabajar. Te saludan, “hola, ¿qué tal estas?” “Bien” respondes y sigues con lo tuyo. ¿Por qué no decir la verdad? Porque no decir que has pasado una noche de mierda, que te duele todo el cuerpo y que no sabes como vas a terminar el día. Nos cuesta tanto ser sinceros, mostrar nuestras debilidades, sufrimos una especie de imposición social a través de la cual, parece que siempre hay que estar bien y que no se nos permite estar mal. Siempre tenemos que estar alegres y sonrientes o al menos aparentarlo, en las redes sociales todo esto se amplifica, salvo honrosas excepciones, Instagram es un catálogo de felicidad vacía, de falso éxito, de pavos reales desplegando todos sus encantos. Se me ocurre que en estos tiempos en lo que todo se compra y se vende, más que comunicarnos, muchas veces, nos vendemos.  Dicen que los amigos son aquellos que te preguntan “¿qué tal estás?” y es...

El viento

Había una vez una nube negra que nunca se precipitaba, permanecía siempre ahí, impertérrita, impregnándolo todo con su ponzoñosa humedad.  Había un viento, desordenado y violento, que era el único fenómeno atmosférico capaz de desplazar nubes negras. Era un viento del norte, racheado, muy molesto… Iba a decir, “frío”, pero no, frío no era. Era certero como una tilde bien puesta, no conseguía desbaratar la nube, ni siquiera tornarla blanca, pero la empujaba lejos, muy lejos. Donde no pudiese molestar a nadie y el sol brillaba. Podía resultar incomodo pero el entusiasmo que brotaba cuando la nube por fin desaparecía hacia que las molestias careciesen de importancia. Malos pelos al viento y a volar.  Había un pueblo secuestrado por lo que parecía un extraño maleficio, sin viento la nube negra no hacía más que engordar. No caía ni una gota desde hace meses, se acumulaba el polvo y una triste primavera trataba de abrirse paso.  Había una vez un joven panadero que amasaba sin p...

El gozo de escribir

Me estoy leyendo El gozo de escribir de Natalie Goldberg (Writing down the bones), la primera edición es de 1996, la mía, en castellano, la edita  La liebre de marzo . Es un libro bonito, muy sencillo con capitulos cortos, que va al grano. Como imaginareis habla del oficio de escribir, de sus paradojas y entresijos. Junto con Bird by bird (que vendría a ser equivalente a eso de "partido a partido") son dos de los manuales más recomendados para los que nos gusta juntar letras. Luego está el mítico Mientras escribo del bueno de Stephen King , pero esa es otra historia. Voy a copiar aquí un extracto del capítulo en el que habla del escritor y su estudio (página 149). Inevitablemente nos lleva a La habitación propia de Virginia Woolf , tristemente de actualidad por estos lares. El escritor y su estudio Si para escribir necesitáis una habitación, encontrad una y punto. No hagáis de ello una cuestión de estado. Si el techo está en condiciones, si la habitación tiene una ventan...