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Mostrando entradas de julio, 2023

El discreto encanto de las librerías de pueblo

Van pasando los días y noto que me cuesta encontrar un momento para pasar por aquí y me resulta curioso porque una de las cosas que más me gustan de este insólito mundo es bloguear, algo tiene que haber en ello cuando lo llevo haciendo desde 2004. Pero hoy, en esta mañana ventosa, preinvernal parece que se han alineado los planetas y se ha hecho un claro entre las obligaciones de la vida, total que aquí estoy tecleando, dando la turra de nuevo, nada más deshacerme de el gorro, los guantes, el palestino, el cortavientos... Como dije antes la mañana estaba tirando a glaciar.  Tras dejar a la enana en el cole, hemos ido dando un paseo a la plaza para hacer unas gestiones y como de camino esta la librería me he atrevido a entrar. Digo atrevido, y redundo además en el participio, para enfatizar mi absurdo temor a comprobar si se habían vendido algunos ejemplares de Pinceladas . A veces, nos ponemos en lo peor y me daba vergüenza pasar y preguntar al librero. Algo absurdo porque es un ti...

El viento

Había una vez una nube negra que nunca se precipitaba, permanecía siempre ahí, impertérrita, impregnándolo todo con su ponzoñosa humedad.  Había un viento, desordenado y violento, que era el único fenómeno atmosférico capaz de desplazar nubes negras. Era un viento del norte, racheado, muy molesto… Iba a decir, “frío”, pero no, frío no era. Era certero como una tilde bien puesta, no conseguía desbaratar la nube, ni siquiera tornarla blanca, pero la empujaba lejos, muy lejos. Donde no pudiese molestar a nadie y el sol brillaba. Podía resultar incomodo pero el entusiasmo que brotaba cuando la nube por fin desaparecía hacia que las molestias careciesen de importancia. Malos pelos al viento y a volar.  Había un pueblo secuestrado por lo que parecía un extraño maleficio, sin viento la nube negra no hacía más que engordar. No caía ni una gota desde hace meses, se acumulaba el polvo y una triste primavera trataba de abrirse paso.  Había una vez un joven panadero que amasaba sin p...

El gozo de escribir

Me estoy leyendo El gozo de escribir de Natalie Goldberg (Writing down the bones), la primera edición es de 1996, la mía, en castellano, la edita  La liebre de marzo . Es un libro bonito, muy sencillo con capitulos cortos, que va al grano. Como imaginareis habla del oficio de escribir, de sus paradojas y entresijos. Junto con Bird by bird (que vendría a ser equivalente a eso de "partido a partido") son dos de los manuales más recomendados para los que nos gusta juntar letras. Luego está el mítico Mientras escribo del bueno de Stephen King , pero esa es otra historia. Voy a copiar aquí un extracto del capítulo en el que habla del escritor y su estudio (página 149). Inevitablemente nos lleva a La habitación propia de Virginia Woolf , tristemente de actualidad por estos lares. El escritor y su estudio Si para escribir necesitáis una habitación, encontrad una y punto. No hagáis de ello una cuestión de estado. Si el techo está en condiciones, si la habitación tiene una ventan...