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La tiranía de la felicidad obligatoria: ¿Por qué nos cuesta tanto admitir que estamos mal?

Has dormido fatal, te plantas las gafas de sol y sales a la calle como un zombi, sin pensarlo demasiado. Hay que trabajar. Te saludan, “hola, ¿qué tal estas?” “Bien” respondes y sigues con lo tuyo. ¿Por qué no decir la verdad? Porque no decir que has pasado una noche de mierda, que te duele todo el cuerpo y que no sabes como vas a terminar el día. Nos cuesta tanto ser sinceros, mostrar nuestras debilidades, sufrimos una especie de imposición social a través de la cual, parece que siempre hay que estar bien y que no se nos permite estar mal. Siempre tenemos que estar alegres y sonrientes o al menos aparentarlo, en las redes sociales todo esto se amplifica, salvo honrosas excepciones, Instagram es un catálogo de felicidad vacía, de falso éxito, de pavos reales desplegando todos sus encantos. Se me ocurre que en estos tiempos en lo que todo se compra y se vende, más que comunicarnos, muchas veces, nos vendemos.  Dicen que los amigos son aquellos que te preguntan “¿qué tal estás?” y es...

El gozo de escribir


Me estoy leyendo El gozo de escribir de Natalie Goldberg (Writing down the bones), la primera edición es de 1996, la mía, en castellano, la edita La liebre de marzo. Es un libro bonito, muy sencillo con capitulos cortos, que va al grano. Como imaginareis habla del oficio de escribir, de sus paradojas y entresijos. Junto con Bird by bird (que vendría a ser equivalente a eso de "partido a partido") son dos de los manuales más recomendados para los que nos gusta juntar letras. Luego está el mítico Mientras escribo del bueno de Stephen King, pero esa es otra historia.

Voy a copiar aquí un extracto del capítulo en el que habla del escritor y su estudio (página 149). Inevitablemente nos lleva a La habitación propia de Virginia Woolf, tristemente de actualidad por estos lares.

El escritor y su estudio

Si para escribir necesitáis una habitación, encontrad una y punto. No hagáis de ello una cuestión de estado. Si el techo está en condiciones, si la habitación tiene una ventana y si en invierno podéis calentarla, meted dentro la mesa de escribir, unas estanterías, una silla cómoda, y empezar a escribir. Sucede demasiado a menudo que uno decide que tiene que blanquear las paredes, luego comprarse unos tapices para colgarlos en elllas, agenciarse una mesa especial, enviar la silla al tapicero, hacer venir al carpintero para que construya una libreria de nogal, ir en busca de una alfombra que haga juego con todo lo demás. "Después de todo es mi habitación".

Entonces se convierte en otro truco para evitar escribir. He visto a amigos míos crearse un ambiente perfecto y luego no conseguir estar en él. Se ancontraban más agusto escribiendo en la mesa de la cocina. Es dificil quedarnos sentados en una habitación esquisitamente decorada y, mientras, luchar con aquellas imperfecciones nuestras que el escribir, inevitablemente, saca a flote.

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